Por Mariana Filgueira, Profesora de Informática, Esp. en Educ. Primaria y TIC.
San Rafael – Mendoza
Este año 2020 y la pandemia que lo atraviesa puso a la luz una falencia que muchos veníamos viendo desde hace tiempo: nuestros estudiantes tienen grandes dificultades a la hora de enfrentarse con actividades que requieran el uso activo y reflexivo de dispositivos tecnológicos.
¿Pero cómo, no eran ellos, nacidos entre celulares, computadoras y tablets los que estaban destinados al éxito? Seguramente podrán alcanzar el éxito, pero no sin primero trabajar por ello, y estamos obligados a ayudarlos. No podemos dejarles librado solo a su curiosidad y deseo, aquello que deben aprender imperiosamente para poder desenvolverse con destreza en un mundo cada vez más mediado por el uso de tecnología, y en el que los trabajos que les tocará realizar en su vida adulta aún no han sido creados, a la vez que la gran mayoría de los que ya conocemos implican en mayor o menor medida la necesidad de tener habilidades digitales avanzadas.
La escuela no está haciendo el trabajo necesario, no por falta de voluntad de los docentes (que dan cuenta de ella en cuanta oportunidad se presenta, más en esta época en la que han puesto además del cuerpo y corazón, sus recursos tecnológicos y sus conexiones a Internet a disposición de la enseñanza) sino porque el sistema educativo todavía no se hace cargo de que para que los saberes y habilidades ligados a la informática o ciencias de la computación puedan ser adquiridos/desarrollados por los estudiantes, deben tener su espacio de importancia dentro de la currícula, y deben ponerse en mano de profesionales especialmente formados para ello.
¿Por qué insistimos en esto? Seamos francos. Si estamos enfermos y necesitamos que nos curen, ¿queremos que nos atienda un médico que se formó para ello, o acaso nos daría lo mismo que venga un ingeniero que hizo un par de cursos de salud de temáticas aisladas y nos diga qué tenemos? ¿Alguien puede dudar de la capacidad del ingeniero? No, tal vez sea el mejor ingeniero. Pero él se formó para otra cosa. Y si vamos al campo educativo: ¿por qué ponemos al frente de las clases de Inglés a profesores de inglés, y no les damos un curso de dos meses a las seños para que le enseñen el idioma a los chicos de manera transversal durante las clases de Matemática? O Mejor aún, ¿por qué no le quitamos el espacio curricular a Lengua, y que esos saberes imprescindibles para la alfabetización de los alumnos queden entreverados y a la buena de Dios entre las clases de Matemática y de Educación Física?
La informática es una ciencia, que abarca el conjunto de conocimientos, métodos y técnicas referentes al tratamiento automático de la información, junto con sus teorías y aplicaciones prácticas, con el fin de almacenar, procesar y transmitir datos e información en formato digital utilizando sistemas computacionales. Y como tal, debe ser encarada con la jerarquía y el respeto que merece.
La Informática no es transversal. Lo que es transversal es el uso de los dispositivos tecnológicos. Esa transversalidad es deseable y posible de solicitar a cualquier docente en el momento que sus clases así lo requieran. Pero su grado de éxito dependerá en gran medida de que haya un espacio de formación propio para la Informática en todos los niveles educativos, y eso que se aprende allí, se pueda aplicar en los proyectos generales de cualquier otra área. Así sí podemos delegar el uso de dispositivos y recursos en manos del docente no específicamente formado, porque a nivel usuario podrá acompañar a sus alumnos, y ellos ya contarán con una base sólida que les permita llevar a cabo lo que se les solicite. Las dificultades que deba enfrentar el docente serán menores, así como el tiempo que ocupe en resolverlas, pudiendo atender aquello que era el objeto principal de su propuesta.
Nadie duda en estos tiempos de la necesidad que todos tenemos de, cuanto menos, “manejarnos bien” con la tecnología. Y que la formación en este aspecto abre puertas y genera mejores oportunidades de empleo y de futuro. También se habla mucho de la necesidad de que se despierten vocaciones ligadas a la tecnología en nuestros jóvenes, para que tengan mejores oportunidades y colaboren con el crecimiento económico de nuestro país. Pero a la hora de decidir, nos quedamos cortos.
Para hablar en términos que hablan las autoridades, si realmente entendemos que la educación digital, la programación y la robótica (para mí hay más aún detrás de eso, y la informática lo engloba) como algo fundamental en la formación de nuestros estudiantes, hay que darle el lugar y jerarquía que corresponden.
Mendoza tiene una gran oportunidad. El año pasado se aprobó el nuevo Diseño Curricular Provincial del Nivel Primario, que incluye saberes y capacidades desprendidos de los NAP de Educación Digital, Programación y Robótica. Este año se comenzó el debate por una nueva Ley de Educación Provincial. Sabemos que se abre un tiempo largo de charlas y muchas tomas de decisiones. Este tema no puede quedar afuera. La educación digital debe ser un derecho a ser cumplido en las aulas, y no solo en los papeles.
Por tus hijos, por tus nietos, por el futuro de nuestra provincia y nuestro país, ayudanos a difundir nuestra propuesta.